miércoles, diciembre 06, 2006

Apología de Sócrates. (Platón)


Quizá alguien diga: «¿No te da vergüenza, Sócrates, haberte dedicado a una ocupación tal por la que ahora corres peligro de morir?» A éste yo, a mi vez, le diría unas palabras justas: «No tienes razón, amigo, si crees que un hombre que sea de algún provecho ha de tener en cuenta el riesgo de vivir o morir, sino el examinar solamente, al obrar, si hace cosas justas o injustas y actos propios de un hombre bueno o de un hombre malo. De poco valor serían; según tu idea, cuantos semidioses murieron en Troya y, especialmente, el hijo de Tetis , el cual, ante la idea de aceptar algo deshonroso, despreció el peligro hasta el punto de que, cuando, ansioso de matar a Héctor, su madre, que era diosa, le dijo, según creo, algo así como: «Hijo, si vengas la muerte de tu compañero Patroclo y matas a Héctor; tú mismo morirás, pues el destino está dispuesto para ti inmediatamente después de Héctor»; él, tras oírlo, desdeñó la muerte y el peligro, temiendo mucho más vivir siendo cobarde sin vengar a los amigos, y dijo «Que muera yo en seguida después de haber hecho justicia al culpable, a fin de que no quede yo aquí -junto a las cóncavas naves, siendo objeto de risa, inútil peso de la tierra.» ¿Crees que pensó en la muerte y en el peligro? Pues la verdad es lo que voy a decir, atenienses. En el puesto en el que uno se coloca porque considera que es el mejor, o en el que es colocado por un superior, allí debe, según creo, permanecer y arriesgarse sin tener en cuenta ni la muerte ni cosa alguna,- más que la deshonra. En efecto, atenienses, obraría yo indignamente, si, al asignarme un puesto los jefes que vosotros elegisteis para mandarme en Potidea, en Anfípolis y en Delion, decidí permanecer como otro cualquiera allí donde ellos me colocaron y corrí, entonces, el riesgo de morir, y en cambio ahora, al ordenarme el dios, según he creído y aceptado, que debo vivir filosofando y examinándome a mí mismo y a los demás, abandonara mi puesto por temor a la muerte o a cualquier otra cosa. Sería indigno y realmente alguien podría con justicia traerme ante el tribunal diciendo que no creo que hay dioses, por desobedecer al oráculo, temer la muerte y creerme sabio sin serlo. En efecto, atenienses, temer la muerte no es otra cosa que creer ser sabio sin serlo, pues es creer que uno sabe lo que no sabe. Pues nadie conoce la muerte, ni siquiera si es, precisamente, el mayor de todos los bienes para el hombre, pero la temen como si supieran con certeza que es el mayor de los males. Sin embargo, ¿cómo no va a ser la más reprochable ignorancia la de creer saber lo que no se sabe? Yo, atenienses, también quizá me diferencio en esto de la mayor parte de los hombres, y, por consiguiente, si dijera que soy más sabio que alguien en algo, sería en esto, en que no sabiendo suficientemente sobre las cosas del Hades, también reconozco no saberlo. Pero sí sé que es malo y vergonzoso cometer injusticia y desobedecer al que es mejor, sea dios u hombre. En comparación con los males que sé que son males, jamás temeré ni evitaré lo que no sé si es incluso un bien. De manera que si ahora vosotros me dejarais libre no haciendo caso a Anito, el cual dice que o bien era absolutamente necesario que yo no hubiera comparecido aquí o que, puesto que he comparecido, no es posible no condenarme a muerte, explicándoos que, si fuera absuelto, vuestros hijos, poniendo inmediatamente en práctica las cosas que Sócrates enseña, se corromperían todos totalmente, y si, además, me dijerais: «Ahora, Sócrates, no vamos a hacer caso a Ánito, sino que te dejamos libre, a condición, sin embargo, de que no gastes ya más tiempo en esta búsqueda y de que no filosofes, y si eres sorprendido haciendo aún esto, morirás»; si, en efecto, como dije, me dejarais libre con esta condición, yo os diría: «Yo, atenienses, os aprecio y os quiero, pero voy' a obedecer al dios más que a vosotros y, mientras aliente y sea capaz, es seguro que no dejaré de filosofar, de exhortaros y de hacer manifestaciones al que de vosotros vaya encontrando, diciéndole lo que acostumbro: Mi buen amigo, siendo ateniense, de la ciudad más grande y más prestigiada en sabiduría y poder, ¿no te avergüenzas de preocuparte de cómo tendrás las mayores riquezas y la mayor fama y los mayores honores, y, en cambio no te preocupas ni interesas por la inteligencia, la verdad y por cómo tu alma va a ser lo mejor posible?'.» Y si alguno de vosotros discute y dice que se preocupa, no pienso dejarlo al momento y marcharme, sino que le voy a interrogar, a examinar y a refutar, y, si me parece que no ha adquirido la virtud y dice que sí, le reprocharé que tiene en menos lo digno de más y tiene en mucho lo que vale poco. Haré esto con el que me encuentre, joven o viejo, forastero o ciudadano, y más con los ciudadanos por cuanto más próximos estáis a mí por origen. Pues, esto lo manda el dios, sabedlo bien, y yo creo que todavía no os ha surgido mayor bien en la ciudad que mi servicio al dios. En efecto, voy por todas partes sin hacer otra cosa que intentar persuadiros, a jóvenes y viejos, a no ocuparos ni de los cuerpos ni de los bienes antes que del alma ni, con tanto afán, a fin de que ésta sea lo mejor posible, diciéndoos: «No sale de las riquezas la virtud para los hombres, sino de la virtud, las riquezas y todos los otros bienes, tanto los privados como los públicos. Si corrompo a los jóvenes al decir tales palabras, éstas serían dañinas. Pero si alguien afirma que yo digo otras cosas, no dice verdad. A esto yo añadiría «Atenienses, haced caso o no a Anito, dejadme o no en libertad, en la idea de que no voy a hacer otra cosa, aunque hubiera de morir muchas veces.»

martes, noviembre 28, 2006

Señalados.


...no vivíamos en modo alguno aislados del mundo; en nuestras conversaciones y nuestros pensamientos vivíamos a menudo en medio de él, aunque en un distinto campo; no estábamos separados de la mayoría de los hombres por frontera ninguna, sino por una visión distinta. Nuestra labor era constituir en el mundo una isla, quizás un ejemplo y, cuando menos, el anuncio de una distinta posibilidad. Por tanto tiempo antes solitario, conocí ahora aquella comunidad que se hace posible entre hombres que han gustado la más absoluta soledad. Nunca más deseé tener un puesto en la mesa de los hombres felices, nunca más añoré las fiestas de los alegres, nunca más sentí envidia o nostalgia al ver las comunidades de los demás. Poco a poco fui siendo iniciado en el secreto de aquellos que llevaban “la señal”.
Para el mundo, nosotros, los marcados con ella, habíamos de pasar por hombres extraños, o incluso locos y hasta peligrosos. Éramos hombres que habíamos despertado o despertábamos, y nuestra aspiración era llegar a una vigilia aún más perfecta, mientras que la aspiración y la felicidad de los demás estribaba en ligar cada vez más estrechamente sus opiniones, sus ideales y sus deberes, su vida y su fortuna, a los del rebaño... (Demian, Herman Hesse)

Cabral (Parte II.)


...Con el hombre se inicia la evolución consciente, sagrada confirmación de la evolución natural. La evolución inconsciente termina cuando nace la evolución consciente, es el momento en que la Naturaleza ya no puede hacer nada más por el hombre, que debe decidir si evoluciona o no. La evolución inconsciente es colectiva, pero la evolución consciente es individual (lo general no va más allá del término medio, como tampoco es un camino a la felicidad, solo un aburrido dormitar.) Solo cuando uno es consciente aparece la individualidad, antes de la conciencia no hay individuo, solo existe la especie. En la evolución inconsciente el proceso es automático: el niño crece automáticamente hasta cierta edad, sin dudas, sin incertidumbres, todo sucediendo por la ley de causa y efecto. La existencia solo es mecánica, pero con la conciencia todo depende de nosotros. En lo inconsciente no hay ansiedad porque no hay elección, solo nos suceden las cosas (la ansiedad aparece con la posibilidad de elección, es su sombra) Al elegirse todo, todo es un esfuerzo, y solo uno es responsable de la luz o de la sombra, y cada elección es parte de tu destino, no puedes ignorarla, irá contigo hasta el final. Nada es seguro, por eso cada elección es un paso en las tinieblas, paso que produce ansiedad: esto o aquello, ser o no ser, hacer o no hacer, porque en estado de conciencia es imposible no elegir, hasta no elegir ya es una elección. Estás benditamente condenado a elegir porque lo que no hagas tendrá tanto efecto como lo que hagas, pero en esta conciencia también están la dignidad, la belleza, la gloria del hombre, por eso es un paso grande: estar consciente trae gloria y compromiso a la vez, por eso la mayoría escapa de la responsabilidad de elegir, delega el compromiso de su vida en políticos, amores y sectas, hasta la familia es un pretexto para escapar de sí mismo, la mayoría que no hace nada intensamente, por eso está aburrida, tanto que necesita entretenimiento constante: carnavales, campeonatos de fútbol, telenoticieros que le cuentan tragedias peores que la suya a cada instante (niña violada, abuela asesinada por un drogadicto, empresario secuestrado, policía corrupto, general asesino, terremotos, inundaciones, aviones que se caen, barcos que se hunden.
La mayoría le tiene miedo a la libertad (el esclavo no tiene, aparentemente, responsabilidad sobre su vida), por eso se esclaviza a cualquiera en nombre de lo que sea, porque la esclavitud, aunque parezca mentira, es cómoda (visto de una manera enfermiza, la esclavitud te libera de la responsabilidad de elegir), por el contrario, la conciencia te libera pero antes te exige que elijas, y ahí comienza el peso de la libertad. Las sectas y otras dictaduras (son muchas las ilusiones homicidas y suicidas) solo son pretextos para salvarse de la responsabilidad individual (si algo existe es el individuo, solo a partir de él existe todo, las cosas comienzan a existir cuando uno se da cuenta, fuera del individuo todas son escaleras de emergencia para escapar de la vida consciente, que es la única digna de llamarse vida)
El ciudadano cree que se libera cuando la sociedad se hace responsable de él (lo que es un suicidio), entonces, cuando algo falla, se lava las manos y le echa la culpa a cualquiera, es decir al jefe, al patrón, al sindicato, al partido político, al Estado, al presidente que eligió, hasta le echa la culpa a la Casa Blanca y a su ex mujer.La mayoría sigue sin entender, o sin querer entender, que esas dictaduras (sectas, dogmas, nacionalismos, fascismo, comunismo), al negar la libertad individual niegan la evolución humana, son un gigantesco paso atrás en la transformación trascendental de los seres humanos, es un monstruoso suicidio sin responsables, aunque lo sean todos, es un vergonzoso retorno a la bestia... (Terriblemente solo, maravillosamente libre, Facundo Cabral)

Cabral (Parte I.)

...En la India me recordaron que una flor es más consciente que una piedra, un animal es más consciente que una flor, un hombre es más consciente que un animal, un iniciado es más consciente que un hombre. La iluminación de Buda y la conciencia de Jesús apuntan al mismo centro: la conciencia de lo total, que es transformarse en la totalidad.
La materia es inconsciente y el espíritu consciente, el hombre ha dejado de ser un animal pero todavía no es un dios, ya no es lo que fue pero todavía no alcanzó lo que debe ser, pero la conciencia solo comienza si uno lo decide. La vida es movimiento, debemos movernos aún para mantenernos en el mismo lugar, es decir que si nuestra conciencia no evoluciona retrocede, y la elección es nuestra, ni siquiera podemos no elegir porque no elegir ya es una inconsciente elección. La mayoría busca el olvido, es decir la inconsciencia, con el pretexto del trabajo, la política (que es una abstracción como la patria) y otros estupefacientes, es decir otras fugas.
Son pocos los que emprenden el camino hacia una elevación de la conciencia, y por esos pocos sobrevive la Humanidad. Recordemos a Jesús: Muchos serán los llamados, pocos los elegidos. Recordemos a Buda: El maestro baja al discípulo solo cuando el discípulo está preparado para recibir al maestro.Ya conocemos la enfermedad del hombre, ahora tenemos que buscar lo sano, los caminos para evolución, que lo llevará a la iluminación, la cualidad de Buda. Buscamos un hombre nuevo, por eso debemos crear el clima donde pueda florecer, pero para que esto suceda debemos ver al hombre en su totalidad para que fluya de un extremo a otro, espiritual, intelectual y socialmente, para que la razón no excluya a la emoción, para que la locura conviva con el equilibrio, para que la fe y la duda no se enfrenten, que se acepten para conocerse, lo que es inevitable porque solo se puede crecer en forma total, y para esto no iremos en busca de más conocimiento sino de la experiencia directa (el hombre termina apresado por la excesiva información, que es otro escape), en busca de lo que hay más allá de las palabras, donde realmente todo lo que sucede puede llamarse vida. Vamos a potenciar nuestra semilla, que será el fruto que concretará la bendita semejanza que tenemos con Dios... (Terriblemente solo, maravillosamente libre, Facundo Cabral)

martes, noviembre 21, 2006

Poplars, Po River Valley (Citret)

Conformidad con el rebaño.


...También en la sociedad occidental contemporánea la unión con el grupo es la forma predominante de superar el estado de separación. Se trata de una unión en la que el ser individual desaparece en gran medida, y cuya finalidad es la pertenencia al rebaño. Si soy como todos los demás, si no tengo sentimientos o pensamientos que me hagan diferente, si me adapto en las costumbres, las ropas, las ideas, al patrón del grupo, estoy salvado; salvado de la temible experiencia de la soledad. Los sistemas dictatoriales utilizan amenazas y el terror para inducir esta conformidad; los países democráticos, la sugestión y la propaganda. Indudablemente, hay una gran diferencia entre los dos sistemas. En las democracias, la no conformidad es posible, y en realidad, no está totalmente ausente; en los sistemas totalitarios, sólo unos pocos héroes y mártires insólitos se niegan a obedecer. Pero, a pesar de esa diferencia, las sociedades democráticas muestran un abrumador grado de conformidad. La razón radica en el hecho de que debe existir una respuesta a la búsqueda de unión, y, a falta de una distinta o mejor, la conformidad con el rebaño se convierte en la forma predominante. El poder del miedo a ser diferente, a estar solo unos pocos pasos alejado del rebaño, resulta evidente si se piensa cuán profunda es la necesidad de no estar separado. A veces el temor a la no conformidad se racionaliza como miedo a los peligros prácticos que podrían amenazar al rebelde. Pero en realidad la gente quiere someterse en un grado mucho más alto de lo que está obligada a hacerlo, por lo menos en las democracias occidentales.
La mayoría de las gentes ni siquiera tienen conciencia de su necesidad de conformismo. Viven con la ilusión de que son individualistas, de que han llegado a determinadas conclusiones como resultado de sus propios pensamientos -y que simplemente sucede que sus ideas son iguales que las de la mayoría-. El consenso de todos sirve como prueba de la corrección de "sus" ideas. Puesto que aún tienen necesidad de sentir alguna individualidad, tal necesidad se satisface en lo relativo a diferencias menores; las iniciales en la cartera o en la camisa, la afiliación al partido Demócrata en lugar del Republicano, a los Elks en vez de los Shriners, se convierte en la expresión de las diferencias individuales. El lema publicitario "es distinto" nos demuestra esa patética necesidad de diferencia, cuando, en realidad, casi no existe ninguna...
...La sociedad contemporánea predica el ideal de la igualdad no individualizada, porque necesita átomos humanos, todos idénticos, para hacerlos funcionar en masa, suavemente, sin fricción; todos obedecen las mismas órdenes, y no obstante, todos están convencidos de que siguen sus propios deseos. Así como la moderna producción en masa requiere la estandarización de los productos, así el proceso social requiere la estandarización del hombre, y esa estandarización es llamada "igualdad".
La unión por la conformidad no es intensa y violenta; es calma, dictada por la rutina, y por ello mismo, suele resultar insuficiente para aliviar la angustia de la separatidad. La frecuencia del alcoholismo, la afición a las drogas, la sexualidad compulsiva y el suicidio en la sociedad occidental contemporánea constituyen los síntomas de ese fracaso relativo de la conformidad tipo rebaño. Más aún, tal solución afecta fundamentalmente a la mente, y no al cuerpo, por lo cual es menos efectiva que las soluciones orgiásticas. La conformidad tipo rebaño ofrece tan sólo una ventaja: es permanente, y no espasmódica. El individuo es introducido en el patrón de conformidad a la edad de tres o cuatro años, y a partir de ese momento, nunca pierde el contacto con el rebaño...
...Además de la conformidad como forma de aliviar la angustia que surge de la separatidad, debemos considerar otro factor de la vida contemporánea: el papel de la rutina en el trabajo y en el placer. El hombre se convierte en "ocho horas de trabajo", forma parte de la fuerza laboral, de la fuerza burocrática de empleados y empresarios. Tiene muy poca iniciativa, sus tareas están prescritas por la organización del trabajo; incluso hay muy poca diferencia entre los que están en los peldaños inferiores de la escala y los que han llegado más arriba. Aun los sentimientos están prescritos: alegría, tolerancia, responsabilidad, ambición y habilidad para llevarse bien con todo el mundo sin inconvenientes. Las diversiones están rutinizadas en forma similar, aunque no tan drástica. Los clubs del libro seleccionan el material de lectura; los dueños de cinematógrafos y salas de espectáculos, las películas, y pagan, además, la propaganda respectiva; el resto también es uniforme: el paseo en auto del domingo, la sesión de televisión, la partida de naipes, las reuniones sociales. Desde el nacimiento hasta la muerte, de lunes a lunes, de la mañana a la noche: todas las actividades están rutinizadas y prefabricadas. ¿Cómo puede un hombre preso en esa red de actividades rutinarias recordar que es un hombre, un individuo único, al que sólo le ha sido otorgada una única oportunidad de vivir, con esperanzas y desilusiones, con dolor y temor, con el anhelo de amar y el miedo a la nada y a la separatidad? (El Arte de Amar, Erich Fromm)

Conciencia y normalidad social.

...Sin embargo, un peso más doloroso que conllevan la conciencia y la competencia crecientes es la soledad de trascender la cultura tradicional...
...Estos individuos piensan lo bastante bien para desafiar el pensamiento convencional e irracional. Cuestionan las lealtades ciegas nacionales y tribales –y limitaciones impuestas por su cultura- con el propósito de crecer. Ya no creen todo lo que leen en los periódicos. Buscan la verdad y ponen en tela de juicio las ilusiones de “normalidad” promovidas por la sociedad y los medios de comunicación. Demuestran el coraje de no dejarse absorber más por el pensamiento simplista en torno de ellos. Han redefinido “la familia” para incluir no solo a los parientes consanguíneos sino a las relaciones significativas que establecen con otras personas que comparten intereses comunes y un enfoque de la vida común y orientado hacia el crecimiento. En el proceso de tornarse cada vez más conscientes, muchos experimentan un sentimiento de libertad y liberación en el esfuerzo por ser fieles y leales a sí mismos. El conocimiento de sí mismos se va arraigando en lo eterno y la evolución de la conciencia es la esencia de su crecimiento espiritual. Pero también pagan un precio, porque el de ellos puede ser un viaje solitario. Los pensadores profundos suelen ser interpretados erróneamente por las masas que continúan considerando la vida y el mundo de un modo simplista. Puesto que muchos que son conscientes no están dispuestos a aceptar la mentalidad de “estar de acuerdo para llevarse bien” que predomina en la sociedad, les cuesta amoldarse a la corriente general. Descubren que otros tienen dificultad para comprenderlos y comunicarse con ellos. Pagan el precio de sentirse al menos en parte alienados de las familias y aislados de las viejas amistades y los rituales culturales.
Esta “elite” intelectual y espiritual proviene de una variedad de ambientes. Pueden ser ricos o pobres, de cualquier raza, género o nivel de instrucción. Pero dado que la conciencia exige una gran fuerza interna para luchar, muchos con el potencial para elevarse por encima de la mayoría –una cierta mentalidad con la que fueron criados- escogen en cambio lo que parece un camino más fácil, el del estancamiento antes que el crecimiento...
...En realidad, es muy común que la conciencia sea tratada como si fuera un resfrío ordinario, contagioso o potencialmente mortal si uno disemina demasiado el pensamiento profundo entre las personas a su alrededor. Como escribí en el capitulo uno, es muy habitual que la gente diga a los individuos contemplativos que “piensan demasiado”. El ser consciente suele ser acogido con recelo y ansiedad, como si pensar con profundidad y bien pudiera equipararse a una droga mala capaz de convertirnos en adictos y conducirnos a una sobredosis... (El Camino Personal, M. Scott Peck)

lunes, noviembre 13, 2006

Hombres niños.

...Por más fácil que le resultara hablar y vivir con todos, e incluso aprender de ellos, sentía que algo lo separaba del resto del mundo, y este algo era su antigua condición de samana. Veía que los seres humanos se entregaban a la vida con un apego infantil o animal que él amaba y despreciaba al mismo tiempo. Los veía esforzarse, padecer y encanecer por lograr cosas que, según él, no merecían aquel precio: dinero, pequeños placeres y escasos honores; los veía reñir e insultarse unos a otros, quejarse de dolores que hubieran hecho reír a un samana, y sufrir por privaciones que un samana ni siquiera notaría.
Siddharta era un ser accesible a todo y a todos. El mercader que le ofrecía paños en venta, el endeudado que buscaba un préstamo, el mendigo que lo entretenía una hora con la historia de su pobreza y no era ni la mitad de pobre que un samana, todos, todos eran cálidamente acogidos por él. Trataba exactamente igual a un rico mercader extranjero que al criado que lo afeitaba o al vendedor ambulante que le estafaba unos céntimos al venderle plátanos... Y eran muchos, muchísimos los que venían a verlo para cerrar negocios, engañarlo, sonsacarle proyectos, suscitar su compasión o escuchar su consejo. Y Siddharta repartía consejos, se compadecía de ellos, les daba regalos y se dejaba engañar un poquito. Y todo este juego, al igual que la pasión con que lo practicaban todos los seres humanos, pasó a ocupar sus pensamientos como antes lo hicieran los dioses y Brahma.
De vez en cuando sentía, en lo más hondo de su pecho, una voz débil y mortecina que lo exhortaba y se quejaba suavemente, tan suavemente que apenas si la oía. Y entonces, por espacio de una hora era consciente de la extraña vida que llevaba, de que hacía cosas que no eran sino un simple juego, y de que si bien tenía momentos de serenidad y de alegría, la vida, la verdadera vida pasaba a su lado sin tocarlo. Como un jugador de pelota practica con las bolas, así jugaba Siddharta con sus negocios y con la gente que lo rodeaba, observándolos y divirtiéndose con ellos. No participaba, sin embargo, con su corazón, con la fuente de su ser, que manaba en un lugar más bien lejano y, fluyendo invisible, no tenía ya nada que ver con su vida... (Siddharta, Hermann Hesse)

El sueño.


...Narciso lo miró con grave semblante:
-Te tomo en serio cuando eres Goldmundo. Y lo único que anhelo es que seas total y enteramente Goldmundo. Tú no eres un erudito ni un monje; un erudito o un monje pueden hacerse de una madera inferior. Crees que te tengo por poco ilustrado, poco versado en lógica o por poco piadoso. En modo alguno; pero a mi ver, no eres lo bastante tú mismo...
...-Escucha -le dijo-. Nada más que en una cosa te aventajo: yo estoy despierto mientras que tú lo estás sólo a medias y, a veces, duermes por completo. Llamo despierto a aquel que, con la razón y la conciencia, se conoce a sí mismo y conoce sus más íntimas fuerzas, impulsos y flaquezas irracionales, y sabe contar con ellas. El aprender esto es el sentido que para ti puede tener nuestro encuentro. En ti, Goldmundo, el espíritu y la naturaleza, la conciencia y el mundo de los ensueños se hallan muy distanciados. Has olvidado tu infancia, y ella desde el hondón de tu alma te solicita. Y te hará sufrir hasta que le prestes oídos... Bueno; de esto basta. Como te decía, pues, en lo de estar en vela soy más fuerte que tú; aquí te aventajo y, por eso, puedo serte de provecho. En todo lo demás, querido, eres superior a mí... digo, lo serás cuando te hayas encontrado a ti mismo... (Narciso y Goldmundo, Hermann Hesse)

domingo, noviembre 12, 2006

Sunflowers in Maremma (Serena)

Referencias.

...Vivir de acuerdo con nuestro yo, en una constante auto-referencia, significa que nuestro punto interno de referencia es nuestro propio espíritu, y no los objetos de nuestra experiencia. Lo contrario de la autoreferencia es la referencia al objeto. Cuando vivimos según la referencia al objeto, estamos siempre influidos por las cosas que están fuera de nuestro yo; entre ellas están las situaciones en las que nos involucramos, nuestras circunstancias, y las personas y las cosas que nos rodean. Cuando vivimos según la referencia al objeto, buscamos constantemente la aprobación de los demás. Nuestros pensamientos y comportamientos esperan constantemente una respuesta. Nuestra vida, por tanto, se basa en el temor.
Cuando vivimos según la referencia al objeto, también sentimos una intensa necesidad de tener poder externo. La necesidad de aprobación, la necesidad de controlar las cosas y de tener poder externo se basan en el temor. Esta forma de poder no es el de la potencialidad pura, ni el poder del yo, o poder real. Cuando experimentamos el poder del yo no hay temor, no hay necesidad de controlar, y no hay lucha por la aprobación o por el poder externo.
Cuando vivimos según la referencia al objeto, el punto de referencia interno es el ego. Sin embargo, el ego no es lo que realmente somos. El ego es nuestra autoimagen, nuestra máscara social; es el papel que estamos desempeñando. A la máscara social le gusta la aprobación; quiere controlar, y se apoya en el poder porque vive en el temor.
Nuestro verdadero yo, que es nuestro espíritu, nuestra alma, está completamente libre de esas cosas. Es inmune a la crítica, no le teme a ningún desafío y no se siente inferior a nadie. Y, sin embargo, es humilde y no se siente superior a nadie, porque es consciente de que todos los demás son el mismo yo, el mismo espíritu con distintos disfraces.
Ésa es la diferencia esencial entre la referencia al objeto y la auto-referencia. En la auto-referencia, experimentamos nuestro verdadero ser, el cual no les teme a los desafíos, respeta a todo el mundo y no se siente inferior a nadie. Por tanto, el poder del yo es el verdadero poder.
El poder basado en la referencia al objeto, en cambio, es falso. Siendo un poder que se basa en el ego, existe únicamente mientras exista el objeto de referencia. Si uno tiene cierto título, o si tiene muchísimo dinero, el poder de que disfruta está ligado al título, al cargo o al dinero. El poder basado en el ego dura solamente lo que duran esas cosas. Apenas desaparezcan el título, el cargo y el dinero, desaparecerá el poder.
Por otra parte, el poder del yo es permanente porque se basa en el conocimiento del yo... Es el apoyo de la divinidad; es el apoyo que se deriva de estar en un estado de gracia. Este poder es tal que disfrutamos de un vínculo con la gente y la gente disfruta de un vínculo con nosotros. Es el poder de establecer lazos –lazos que emanan del verdadero amor... (Las Siete Leyes Espirituales del Éxito, Deepak Chopra)

domingo, noviembre 05, 2006

Il Bacio (Gustav Klimt)

Lacrimosa (W. Amadeus Mozart)


* Lacrimosa (Réquiem)

Amor a sí mismo.

Si bien la aplicación del concepto del amor a diversos objetos no despierta objeciones, es creencia común que amar a los demás es una virtud, y amarse a sí mismo un pecado. Se supone que en la medida en que me amo a mí mismo, no amo a los demás, que amor a sí mismo es lo mismo que egoísmo...
...¿La observación psicológica sustenta la tesis de que hay una contradicción básica entre el amor a sí mismo y el amor a los demás? ¿Es el amor a sí mismo un fenómeno similar al egoísmo, o son opuestos? Y ¿es el egoísmo del hombre moderno realmente una preocupación por sí mismo como individuo, con todas sus potencialidades intelectuales, emocionales y sensuales? ¿No se ha convertido "él" en un apéndice de su papel económico-social? ¿Es su egoísmo idéntico al amor a sí mismo, o es la causa de la falta de este último?
Antes de comenzar el examen del aspecto psicológico del egoísmo y del amor a sí mismo, debemos destacar la falacia lógica que implica la noción de que el amor a los demás y el amor a uno mismo se excluyen recíprocamente. Si es una virtud amar al prójimo como a uno mismo, debe serlo también -y no un vicio- que me ame a mí mismo, puesto que también yo soy un ser humano. No hay ningún concepto del hombre en el que yo no esté incluido. Una doctrina que proclama tal exclusión demuestra ser intrínsecamente contradictoria. La idea expresada en el bíblico "Ama a tu prójimo como a ti mismo", implica que el respeto por la propia integridad y unicidad, el amor y la comprensión del propio sí mismo, no pueden separarse del respeto, el amor y la comprensión del otro individuo. El amor a sí mismo está inseparablemente ligado al amor a cualquier otro ser.
Hemos llegado ahora a las premisas psicológicas básicas que fundamentan las conclusiones de nuestro argumento. En términos generales, dichas premisas son las siguientes: no sólo los demás, sino nosotros mismos, somos "objeto" de nuestros sentimientos y actitudes; las actitudes para con los demás y para con nosotros mismos, lejos de ser contradictorias, son básicamente conjuntivas. En lo que toca al problema que examinamos, eso significa: el amor a los demás y el amor a nosotros mismos no son alternativas. Por el contrario, en todo individuo capaz de amar a los demás se encontrará una actitud de amor a sí mismo. El amor, en principio, es indivisible en lo que atañe a la conexión entre los "objetos" y el propio ser. El amor genuino constituye una expresión de la productividad, y entraña cuidado, respeto, responsabilidad y conocimiento. No es un "afecto" en el sentido de que alguien nos afecte, sino un esforzarse activo arraigado en la propia capacidad de amar y que tiende al crecimiento y la felicidad de la persona amada.
Amar a alguien es la realización y concentración del poder de amar. La afirmación básica contenida en el amor se dirige hacia la persona amada como una encarnación de las cualidades esencialmente humanas. Amar a una persona implica amar al hombre como tal. El tipo de "división del trabajo", como lo llamó William James, que consiste en amar a la propia familia pero ser indiferente al "extraño", es un signo de una incapacidad básica de amar. El amor al hombre no es, como a menudo se supone, una abstracción que sigue al amor a una persona específica, sino que constituye su premisa, aunque genéticamente se adquiera al amar a individuos específicos.
De ello se deduce que mi propia persona debe ser un objeto de mi amor al igual que lo es otra persona. La afirmación de la vida, felicidad, crecimiento y libertad propios, está arraigada en la propia capacidad de amar, esto es, en el cuidado, el respeto, la responsabilidad y el conocimiento. Si un individuo es capaz de amar productivamente, también se ama a sí mismo; si sólo ama a los demás, no puede amar en absoluto.
Dando por establecido que el amor a sí mismo y a los demás es conjuntivo, ¿cómo explicamos el egoísmo, que excluye evidentemente toda genuina preocupación por los demás? La persona egoísta sólo se interesa por sí misma, desea todo para sí misma, no siente placer en dar, sino únicamente en tomar. Considera el mundo exterior sólo desde el punto de vista de lo que puede obtener de él; carece de interés en las necesidades ajenas y de respeto por la dignidad e integridad de los demás. No ve más que a sí misma; juzga a todos según su utilidad; es básicamente incapaz de amar. ¿No prueba eso que la preocupación por los demás y por uno mismo son alternativas inevitables? Sería así si el egoísmo y el autoamor fueran idénticos. Pero tal suposición es precisamente la falacia que ha llevado a tantas conclusiones erróneas con respecto a nuestros problemas. El egoísmo y el amor a sí mismo, lejos de ser idénticos, son realmente opuestos. El individuo egoísta no se ama demasiado, sino muy poco; en realidad, se odia. Tal falta de cariño y cuidado por sí mismo, que no es sino la expresión de su falta de productividad, lo deja vacío y frustrado. Se siente necesariamente infeliz y ansiosamente preocupado por arrancar a la vida las satisfacciones que él se impide obtener. Parece preocuparse demasiado por sí mismo, pero, en realidad, sólo realiza un fracasado intento de disimular y compensar su incapacidad de cuidar de su verdadero ser. Freud sostiene que el egoísta es narcisista, como si negara su amor a los demás y lo dirigiera hacia sí. Es verdad que las personas egoístas son incapaces de amar a los demás, pero tampoco pueden amarse a sí mismas...
Meister Eckhart ha sintetizado magníficamente estas ideas: "Si te amas a ti mismo, amas a todos los demás como a ti mismo. Mientras ames a otra persona menos que a ti mismo, no lograrás realmente amarte, pero si amas a todos por igual, incluyéndote a ti, los amarás como una sola persona y esa persona es a la vez Dios y el hombre. Así, pues, es una persona grande y virtuosa la que amándose a sí misma, ama igualmente a todos los demás". (El arte de amar, Erich Fromm)

Narcisismo vs. amor propio.

...Todavía nos enfrentamos a una paradoja. Mientras que librarnos del narcisismo –nuestro egoísmo y a menudo excesivo sentido de la importancia- tiene mucho que ver con lo que es la vida, resulta por igual vital que a la vez aprendamos a reconciliarnos con lo importantes y valiosos que somos.
La humildad es el verdadero conocimiento de uno mismo tal como uno es. A mi entender, es decisivo que seamos realistas acerca de nosotros mismos y capaces de reconocer tanto lo bueno como lo malo en nosotros. Pero eso no significa –como muchos concluyen con falsedad- que deberíamos poner más énfasis en nuestra parte negativa y minimizar o descartar por completo la parte buena como secundaria. Sin embargo, muchos lo hacen, intentando desplegar una seudo humildad que puede extenderse a una incapacidad para aceptar cumplidos o para imponerse cuando es apropiado.
Además, es necesario establecer una distinción entre el amor por uno mismo (que planteo como algo siempre bueno) y la autoestima (que sugiero que es a menudo cuestionable)...
...Por ejemplo, hay instancias en que actuamos de manera impropia. Si negamos que nuestro comportamiento es “malo” y no buscamos formas de corregirlo o de redimirnos aprendiendo de los errores cometidos, entonces estaremos básicamente interesados en la autoestima. Por otra parte, si operamos a partir de un sentido de amor por nosotros mismos, lo más saludable sería reconocer nuestras equivocaciones y castigarnos si corresponde, además de tener la habilidad de discernir que nuestra falla en un momento determinado no define por completo nuestro valor ni lo que somos como personas. Necesitamos momentos para darnos cuenta de que no siempre tenemos todo bajo control ni somos perfectos. Estos momentos son cruciales para nuestro crecimiento porque amarnos a nosotros mismos requiere la capacidad de reconocer que hay algo en nosotros que debemos corregir.
De modo que hay una diferencia entre insistir en que siempre nos sintamos a gusto con nosotros mismos (lo cual es narcisista y sinónimo de conservar siempre nuestra autoestima) e insistir en que nos consideremos importantes o valiosos (esto es un saludable amor por uno mismo). Entender y hacer esta distinción constituye un requisito previo para la salud mental madura. Para ser personas buenas y saludables debemos pagar el precio de hacer a un lado nuestra autoestima de tanto en tanto y de no sentirnos siempre bien con nosotros mismos. Pero siempre hemos de amarnos y valorarnos, aun cuando no siempre debamos estimarnos... (El Camino Personal, M. Scott Peck)

miércoles, noviembre 01, 2006

Turandot (Giacomo Puccini)

* Nessum Dorma (Pavarotti-Bocelli)

“Turandot” es la última ópera de Puccini, cerrándose con ella su valiosa producción de 12 títulos para la lírica.En diciembre de 1918 Puccini había estrenado en Nueva York, e inmediatamente en Roma, el llamado “Tríptico”, conformado por las óperas “Il Tabarro”, “Suor Angelica” y “Gianni Schichi”. En la búsqueda de temas para una nueva ópera fue que Puccini pidió a Giuseppe Adami, libretista en dos partes del “Tríptico”, y a Renato Simoni que se abocaran a ese trabajo. Simoni era un estudioso de la vida y la obra de Carlo Gozzi y, como tal, era autor de un libro basado en ese escritor veneciano del siglo 18. Fue así, entonces, como el tema para la nueva ópera de Puccini surgiría de una de las fábulas dramáticas de Gozzi, llamada “Turandot”, la cual estaba inspirada en antiguos cuentos orientales. La gestación de la ópera fue lenta, con un trabajo codo a codo, pero no siempre grato, entre los libretistas y el compositor. Este trabajo comenzó en enero de 1921. El acto primero fue compuesto entre marzo y noviembre de 1922, no teniendo aún Puccini libreto para los actos siguientes. A comienzos de 1923, y ya con el texto listo, completó su primer esquema del acto segundo y, cuando comenzó con el tercero, pidió a los libretistas que revisaran textos que no le satisfacían. A fines de 1923, el proceso iba en la orquestación del acto segundo. Fue en esa época cuando Puccini comenzó a tener problemas de salud: un simple dolor de garganta y una persistente tos pronto se presentarían de modo mucho más preocupante. En aquél tiempo Puccini retomó contacto y revivió una antigua amistad con Arturo Toscanini, quien sería el director del estreno de “Turandot”, programado para abril de 1925. En septiembre de 1924, “Turandot” estaba casi completa, con la excepción del dúo de amor del tercer acto y la escena final. La enfermedad a la garganta de Puccini había avanzado ya a un nivel tal que le resultaba casi imposible seguir trabajando. Un severo cáncer le fue descubierto. Fue operado, pero las aplicaciones de radio a que fue sometido el compositor complicaron su corazón. Puccini falleció el 29 de noviembre de 1924. Así, su muerte dejó la ópera “Turandot” sin terminar, por lo cual la fecha original que estaba programada para su estreno, (abril de 1925), tuvo que ser pospuesta.Era muy importante buscar una mano idónea que terminara la ópera y, barajando nombres, la familia de Puccini conjuntamente con Arturo Toscanini acordaron entregar la misión a Franco Alfano. Este demoró seis meses en completar la ópera y “Turandot” finalmente fue estrenada en La Scala de Milán, el 25 de abril de 1926, cerrándose así un proceso de gestación de más de cinco años. Ese estreno fue dirigido por Arturo Toscanini, quien en la primera de las ocho funciones que ofreció La Scala se permitió suspender la interpretación en el justo momento que marcaba el fin del trabajo de Puccini. En aquella ocasión Toscanini bajó sus manos y dando la cara el público señaló “Aquí termina la ópera dejada incompleta por el Maestro, quien murió en este punto”.“Turandot” representa el trabajo más maduro y logrado de toda la producción pucciniana, y al mismo tiempo una recopilación de su itinerario creador. Dos características llaman mucho la atención en “Turandot”. Por una parte está el tratamiento del coro. De elemento bastante secundario y casi inexistente en buena parte de su producción anterior, el coro pasa a ser totalmente protagónico, con escenas de gran opulencia sonora. Por otra parte está el exotismo, no sólo planteado por los aspectos visuales sino también por la música misma, en forma muy marcada. En “Madama Butterfly”, ambientada en Japón, Puccini había dado el primer paso, ciertamente más sutil. Ahora, con “Turandot”, emplazada en la China milenaria, se incorporan a la partitura auténticos temas chinos y abundancia de motivos pentatónicos.

lunes, octubre 30, 2006

El Quijote


¿Por qué ilustrar el Quijote? Para algunos, ilustrar el Quijote ha sido, y es, una aventura tan maravillosa como leerlo, por ser una de las más admirables obras del genio humano, por ser una obra llena de humor en la que el protagonista lucha por hacer un mundo mejor, en paz, con amor y justicia entre todos. Con estos precedentes, lo extraño hubiera sido que a lo largo de la historia no hubiera habido ilustraciones de tan magnífica, importante e internacional obra; lo extraño hubiera sido hacernos la pregunta contraria y por qué no ilustrar el Quijote. Algunos de los muchos ilustradores han llegado a decir que hacerlo “ha sido una fiesta, un reto apasionante y gratificante que creí no poder concluir y con el que he disfrutado de lo lindo poniendo amor y devoción”.
Estamos de acuerdo en que es un libro magnífico y maravilloso, y que son pocos los escritores y pintores que no se hayan dejado fascinar por él, desde Defoe, Flaubert, Doré, Moreira, Dalí, Picasso o Rimbaud hasta Goya. ”A mí, esa unanimidad ya me sirve” dice Francisco Rico. Todos ellos se inspiraron en algún momento en la figura Don Quijote, en la locura del hidalgo. En todo caso, El Quijote tiene algunos rasgos que lo hacen único. Es una caricatura perfecta de la literatura caballeresca, y sus dos personajes principales, Don Quijote y Sancho Panza, encarnan los dos tipos del alma española, el idealista y soñador, que olvida las necesidades de la vida material para correr en pos de inaccesibles quimeras, y el positivista y práctico, aunque bastante fatalista. Cómo superar la tentación de caricaturalizarles y no dejar de ambos reflejos fuera de la imaginación del lector de todos los tiempos para hacer a estos personajes universales más cercanos en el ideario colectivo. Esta joya de la literatura universal ha sabido conquistar al mundo entero y es quizás, con la Biblia, la obra que se ha traducido a más idiomas. Todas las características de la novela moderna de están presentes ya en el Quijote. Ya hemos citado a algunos de los mejores ilustradores del Quijote, como son Doré, Dalí y Picasso, y de algunos de ellos hablaremos más extensamente más adelante, pero no queremos olvidarnos de Goya, quien siempre albergó la idea de ilustrar El Quijote, pero que no pudo llevar a cabo y del cual sólo se conservan dos estampas -un boceto y el dibujo que preparó para la edición de la Real Academia Española, de 1780- que finalmente no se llegaron a publicar. La tarea del ilustrador es, en definitiva, la de darnos una lectura visual paralela y creativa de la obra. (Imagen: Don Quijote - Pablo Picasso, 1955)

domingo, octubre 29, 2006

Metánoia.

La teología bíblica nos dice que la metánoia es un cambio profundo de corazón y mente; una reorientación total hacia Dios cuyo resultado es una nueva pauta para nuestras acciones y reacciones. Consiste en rendirnos ante Dios incondicionalmente, con la firme determinación de cumplir en todo su voluntad.
Vamos a concretar ahora de modo más práctico esta descripción. Todos los días adoptamos un gran número de decisiones. La mayoría son pequeñas; de vez en cuando se presenta alguna más importante; y en muy escasas ocasiones se trata de una decisión de gran alcance. No obstante, las pequeñas opciones son significativas, puesto que, en conjunto, determinan nuestro estilo de vida, que expresa nuestra actitud básica mucho mejor que nuestras palabras y acciones. En nuestro estilo de vida está en juego nuestra integridad esencial; aunque es preciso añadir que una gran parte de nuestra vida no responde a una opción personal: sencillamente, no somos capaces de cambiarla. Sin embargo, incluso en estos casos, la reacción ante lo inevitable sigue estando en nuestras manos; es una opción que siempre nos corresponde a nosotros. Por otra parte, con frecuencia actuamos siguiendo una cierta rutina o de un modo espontáneo e impulsivo, de modo que muchas opciones no son realmente deliberadas…
“Pese a que vaya en contra de las apariencias, un individuo no se convierte en persona creciendo físicamente hacia arriba, espacialmente hacia el exterior o reflexivamente hacia el interior. A la “yoeidad” se llega fundamentalmente por elección. Es en el acto de elegir donde más se afirma y se encarna el espíritu de la persona. Nuestras opciones expresan nuestra autocomprensión y, al mismo tiempo, la posibilitan. Por contraste, los que no optan o lo hacen a medias viven en la inmadura condición de quienes quieren “tocar de oído”. Bailan cuando otro toca y se lamentan cuando otro decide que ha llegado el momento del canto fúnebre. Un individuo que no es lo bastante autosuficiente verá cómo su entorno, su familia, sus apetitos, o cualquier otra fuerza externa a sí mismo, usurpan el lugar y la función que debería asumir su propio espíritu. El hombre ha luchado durante siglos contra la esclavitud con la firme convicción de que su forma involuntaria de determinismo es mala. La ironía de la presente época es que haya tantas personas que, aunque son libres para obrar de otro modo, consienten que se las someta a la voluntaria esclavitud de la indeterminación”. (Should Anyone Say Forever, Loyola University Press, Chicago, 1977, pp 21 – 23)
El hecho es que todas nuestras decisiones, pequeñas o grandes, deliberadas o tácitas, las adoptamos de acuerdo con un conjunto de prioridades que hemos interiorizado. Cuando nos encontramos ante una opción, decidimos consultando nuestra escala de valores (por muy implícita que sea esta consulta). Cualquier cambio en nuestra escala de prioridades conduce de inmediato a decisiones diferentes y, en consecuencia a un estilo de vida distinto…
Por tanto, la metánoia es una revisión de nuestras prioridades. Un coche, o cualquier otro instrumento delicado, necesita ser revisado periódicamente. Con mayor motivo es preciso poner de vez en cuando a punto nuestra conciencia, esa “suave voz interior” que regula toda nuestra vida. A lo largo de los años, nuestras prioridades van cambiando sin que nos demos cuenta. Podemos con toda honestidad creer que determinados valores tienen una gran importancia en nuestra vida, cuando, de hecho, han bajado muchos puestos, aunque nosotros sigamos pensando que figuran en los primeros lugares. Análogamente, podemos creer que determinados valores no significan mucho para nosotros y, sin embargo, de un modo imperceptible, han ido adquiriendo una gran relevancia en nuestro modo de elegir y de actuar. Quien lleve cierto tiempo sin hacer frente a este problema se encontrará con algunas sorpresas grandes, y probablemente desagradables.
Las falsas prioridades nos apartan del amor y de la voluntad de Dios y son tanto más efectivas cuanto menos conscientes seamos de ellas. Levantan en nosotros ese mecanismo de defensa a través del cual la Palabra de Dios apenas puede penetrar. La esencia del pecado es que no nos dejamos amar por Dios, en otras palabras, y dado que Dios ES amor, no dejamos a Dios ser Dios. Normalmente esta negativa a dejar a Dios ser Dios, a dejarle ser amor, no se manifiesta de modo explícito, sino a través de nuestro estilo de vida, que, a su vez, está determinado por el orden de nuestras prioridades. Por consiguiente, la metánoia consiste en afrontar este orden y corregirlo. Es algo que, aunque puede parecer inocuo, afecta a los esquemas básicos de nuestro comportamiento, que nos pueden resultar gratificantes y podemos racionalizar en gran medida.

Fragmento del Cap. III de "Transparentar la Gloria de Dios", Piet van Bremen.