lunes, octubre 30, 2006

El Quijote


¿Por qué ilustrar el Quijote? Para algunos, ilustrar el Quijote ha sido, y es, una aventura tan maravillosa como leerlo, por ser una de las más admirables obras del genio humano, por ser una obra llena de humor en la que el protagonista lucha por hacer un mundo mejor, en paz, con amor y justicia entre todos. Con estos precedentes, lo extraño hubiera sido que a lo largo de la historia no hubiera habido ilustraciones de tan magnífica, importante e internacional obra; lo extraño hubiera sido hacernos la pregunta contraria y por qué no ilustrar el Quijote. Algunos de los muchos ilustradores han llegado a decir que hacerlo “ha sido una fiesta, un reto apasionante y gratificante que creí no poder concluir y con el que he disfrutado de lo lindo poniendo amor y devoción”.
Estamos de acuerdo en que es un libro magnífico y maravilloso, y que son pocos los escritores y pintores que no se hayan dejado fascinar por él, desde Defoe, Flaubert, Doré, Moreira, Dalí, Picasso o Rimbaud hasta Goya. ”A mí, esa unanimidad ya me sirve” dice Francisco Rico. Todos ellos se inspiraron en algún momento en la figura Don Quijote, en la locura del hidalgo. En todo caso, El Quijote tiene algunos rasgos que lo hacen único. Es una caricatura perfecta de la literatura caballeresca, y sus dos personajes principales, Don Quijote y Sancho Panza, encarnan los dos tipos del alma española, el idealista y soñador, que olvida las necesidades de la vida material para correr en pos de inaccesibles quimeras, y el positivista y práctico, aunque bastante fatalista. Cómo superar la tentación de caricaturalizarles y no dejar de ambos reflejos fuera de la imaginación del lector de todos los tiempos para hacer a estos personajes universales más cercanos en el ideario colectivo. Esta joya de la literatura universal ha sabido conquistar al mundo entero y es quizás, con la Biblia, la obra que se ha traducido a más idiomas. Todas las características de la novela moderna de están presentes ya en el Quijote. Ya hemos citado a algunos de los mejores ilustradores del Quijote, como son Doré, Dalí y Picasso, y de algunos de ellos hablaremos más extensamente más adelante, pero no queremos olvidarnos de Goya, quien siempre albergó la idea de ilustrar El Quijote, pero que no pudo llevar a cabo y del cual sólo se conservan dos estampas -un boceto y el dibujo que preparó para la edición de la Real Academia Española, de 1780- que finalmente no se llegaron a publicar. La tarea del ilustrador es, en definitiva, la de darnos una lectura visual paralela y creativa de la obra. (Imagen: Don Quijote - Pablo Picasso, 1955)

domingo, octubre 29, 2006

Metánoia.

La teología bíblica nos dice que la metánoia es un cambio profundo de corazón y mente; una reorientación total hacia Dios cuyo resultado es una nueva pauta para nuestras acciones y reacciones. Consiste en rendirnos ante Dios incondicionalmente, con la firme determinación de cumplir en todo su voluntad.
Vamos a concretar ahora de modo más práctico esta descripción. Todos los días adoptamos un gran número de decisiones. La mayoría son pequeñas; de vez en cuando se presenta alguna más importante; y en muy escasas ocasiones se trata de una decisión de gran alcance. No obstante, las pequeñas opciones son significativas, puesto que, en conjunto, determinan nuestro estilo de vida, que expresa nuestra actitud básica mucho mejor que nuestras palabras y acciones. En nuestro estilo de vida está en juego nuestra integridad esencial; aunque es preciso añadir que una gran parte de nuestra vida no responde a una opción personal: sencillamente, no somos capaces de cambiarla. Sin embargo, incluso en estos casos, la reacción ante lo inevitable sigue estando en nuestras manos; es una opción que siempre nos corresponde a nosotros. Por otra parte, con frecuencia actuamos siguiendo una cierta rutina o de un modo espontáneo e impulsivo, de modo que muchas opciones no son realmente deliberadas…
“Pese a que vaya en contra de las apariencias, un individuo no se convierte en persona creciendo físicamente hacia arriba, espacialmente hacia el exterior o reflexivamente hacia el interior. A la “yoeidad” se llega fundamentalmente por elección. Es en el acto de elegir donde más se afirma y se encarna el espíritu de la persona. Nuestras opciones expresan nuestra autocomprensión y, al mismo tiempo, la posibilitan. Por contraste, los que no optan o lo hacen a medias viven en la inmadura condición de quienes quieren “tocar de oído”. Bailan cuando otro toca y se lamentan cuando otro decide que ha llegado el momento del canto fúnebre. Un individuo que no es lo bastante autosuficiente verá cómo su entorno, su familia, sus apetitos, o cualquier otra fuerza externa a sí mismo, usurpan el lugar y la función que debería asumir su propio espíritu. El hombre ha luchado durante siglos contra la esclavitud con la firme convicción de que su forma involuntaria de determinismo es mala. La ironía de la presente época es que haya tantas personas que, aunque son libres para obrar de otro modo, consienten que se las someta a la voluntaria esclavitud de la indeterminación”. (Should Anyone Say Forever, Loyola University Press, Chicago, 1977, pp 21 – 23)
El hecho es que todas nuestras decisiones, pequeñas o grandes, deliberadas o tácitas, las adoptamos de acuerdo con un conjunto de prioridades que hemos interiorizado. Cuando nos encontramos ante una opción, decidimos consultando nuestra escala de valores (por muy implícita que sea esta consulta). Cualquier cambio en nuestra escala de prioridades conduce de inmediato a decisiones diferentes y, en consecuencia a un estilo de vida distinto…
Por tanto, la metánoia es una revisión de nuestras prioridades. Un coche, o cualquier otro instrumento delicado, necesita ser revisado periódicamente. Con mayor motivo es preciso poner de vez en cuando a punto nuestra conciencia, esa “suave voz interior” que regula toda nuestra vida. A lo largo de los años, nuestras prioridades van cambiando sin que nos demos cuenta. Podemos con toda honestidad creer que determinados valores tienen una gran importancia en nuestra vida, cuando, de hecho, han bajado muchos puestos, aunque nosotros sigamos pensando que figuran en los primeros lugares. Análogamente, podemos creer que determinados valores no significan mucho para nosotros y, sin embargo, de un modo imperceptible, han ido adquiriendo una gran relevancia en nuestro modo de elegir y de actuar. Quien lleve cierto tiempo sin hacer frente a este problema se encontrará con algunas sorpresas grandes, y probablemente desagradables.
Las falsas prioridades nos apartan del amor y de la voluntad de Dios y son tanto más efectivas cuanto menos conscientes seamos de ellas. Levantan en nosotros ese mecanismo de defensa a través del cual la Palabra de Dios apenas puede penetrar. La esencia del pecado es que no nos dejamos amar por Dios, en otras palabras, y dado que Dios ES amor, no dejamos a Dios ser Dios. Normalmente esta negativa a dejar a Dios ser Dios, a dejarle ser amor, no se manifiesta de modo explícito, sino a través de nuestro estilo de vida, que, a su vez, está determinado por el orden de nuestras prioridades. Por consiguiente, la metánoia consiste en afrontar este orden y corregirlo. Es algo que, aunque puede parecer inocuo, afecta a los esquemas básicos de nuestro comportamiento, que nos pueden resultar gratificantes y podemos racionalizar en gran medida.

Fragmento del Cap. III de "Transparentar la Gloria de Dios", Piet van Bremen.