lunes, noviembre 13, 2006

Hombres niños.

...Por más fácil que le resultara hablar y vivir con todos, e incluso aprender de ellos, sentía que algo lo separaba del resto del mundo, y este algo era su antigua condición de samana. Veía que los seres humanos se entregaban a la vida con un apego infantil o animal que él amaba y despreciaba al mismo tiempo. Los veía esforzarse, padecer y encanecer por lograr cosas que, según él, no merecían aquel precio: dinero, pequeños placeres y escasos honores; los veía reñir e insultarse unos a otros, quejarse de dolores que hubieran hecho reír a un samana, y sufrir por privaciones que un samana ni siquiera notaría.
Siddharta era un ser accesible a todo y a todos. El mercader que le ofrecía paños en venta, el endeudado que buscaba un préstamo, el mendigo que lo entretenía una hora con la historia de su pobreza y no era ni la mitad de pobre que un samana, todos, todos eran cálidamente acogidos por él. Trataba exactamente igual a un rico mercader extranjero que al criado que lo afeitaba o al vendedor ambulante que le estafaba unos céntimos al venderle plátanos... Y eran muchos, muchísimos los que venían a verlo para cerrar negocios, engañarlo, sonsacarle proyectos, suscitar su compasión o escuchar su consejo. Y Siddharta repartía consejos, se compadecía de ellos, les daba regalos y se dejaba engañar un poquito. Y todo este juego, al igual que la pasión con que lo practicaban todos los seres humanos, pasó a ocupar sus pensamientos como antes lo hicieran los dioses y Brahma.
De vez en cuando sentía, en lo más hondo de su pecho, una voz débil y mortecina que lo exhortaba y se quejaba suavemente, tan suavemente que apenas si la oía. Y entonces, por espacio de una hora era consciente de la extraña vida que llevaba, de que hacía cosas que no eran sino un simple juego, y de que si bien tenía momentos de serenidad y de alegría, la vida, la verdadera vida pasaba a su lado sin tocarlo. Como un jugador de pelota practica con las bolas, así jugaba Siddharta con sus negocios y con la gente que lo rodeaba, observándolos y divirtiéndose con ellos. No participaba, sin embargo, con su corazón, con la fuente de su ser, que manaba en un lugar más bien lejano y, fluyendo invisible, no tenía ya nada que ver con su vida... (Siddharta, Hermann Hesse)

1 comentario:

Fátima F dijo...

Este espaço é fonte de conhecimento e pleno de sabedoria.
E este agradável texto é de um livro que eu tenho, mas que ainda não comecei a ler... agora ainda tenho mais vontade de começar.
Um abraço
e muchas gracias por tus calorosas palabras en mi blog