domingo, octubre 29, 2006

Metánoia.

La teología bíblica nos dice que la metánoia es un cambio profundo de corazón y mente; una reorientación total hacia Dios cuyo resultado es una nueva pauta para nuestras acciones y reacciones. Consiste en rendirnos ante Dios incondicionalmente, con la firme determinación de cumplir en todo su voluntad.
Vamos a concretar ahora de modo más práctico esta descripción. Todos los días adoptamos un gran número de decisiones. La mayoría son pequeñas; de vez en cuando se presenta alguna más importante; y en muy escasas ocasiones se trata de una decisión de gran alcance. No obstante, las pequeñas opciones son significativas, puesto que, en conjunto, determinan nuestro estilo de vida, que expresa nuestra actitud básica mucho mejor que nuestras palabras y acciones. En nuestro estilo de vida está en juego nuestra integridad esencial; aunque es preciso añadir que una gran parte de nuestra vida no responde a una opción personal: sencillamente, no somos capaces de cambiarla. Sin embargo, incluso en estos casos, la reacción ante lo inevitable sigue estando en nuestras manos; es una opción que siempre nos corresponde a nosotros. Por otra parte, con frecuencia actuamos siguiendo una cierta rutina o de un modo espontáneo e impulsivo, de modo que muchas opciones no son realmente deliberadas…
“Pese a que vaya en contra de las apariencias, un individuo no se convierte en persona creciendo físicamente hacia arriba, espacialmente hacia el exterior o reflexivamente hacia el interior. A la “yoeidad” se llega fundamentalmente por elección. Es en el acto de elegir donde más se afirma y se encarna el espíritu de la persona. Nuestras opciones expresan nuestra autocomprensión y, al mismo tiempo, la posibilitan. Por contraste, los que no optan o lo hacen a medias viven en la inmadura condición de quienes quieren “tocar de oído”. Bailan cuando otro toca y se lamentan cuando otro decide que ha llegado el momento del canto fúnebre. Un individuo que no es lo bastante autosuficiente verá cómo su entorno, su familia, sus apetitos, o cualquier otra fuerza externa a sí mismo, usurpan el lugar y la función que debería asumir su propio espíritu. El hombre ha luchado durante siglos contra la esclavitud con la firme convicción de que su forma involuntaria de determinismo es mala. La ironía de la presente época es que haya tantas personas que, aunque son libres para obrar de otro modo, consienten que se las someta a la voluntaria esclavitud de la indeterminación”. (Should Anyone Say Forever, Loyola University Press, Chicago, 1977, pp 21 – 23)
El hecho es que todas nuestras decisiones, pequeñas o grandes, deliberadas o tácitas, las adoptamos de acuerdo con un conjunto de prioridades que hemos interiorizado. Cuando nos encontramos ante una opción, decidimos consultando nuestra escala de valores (por muy implícita que sea esta consulta). Cualquier cambio en nuestra escala de prioridades conduce de inmediato a decisiones diferentes y, en consecuencia a un estilo de vida distinto…
Por tanto, la metánoia es una revisión de nuestras prioridades. Un coche, o cualquier otro instrumento delicado, necesita ser revisado periódicamente. Con mayor motivo es preciso poner de vez en cuando a punto nuestra conciencia, esa “suave voz interior” que regula toda nuestra vida. A lo largo de los años, nuestras prioridades van cambiando sin que nos demos cuenta. Podemos con toda honestidad creer que determinados valores tienen una gran importancia en nuestra vida, cuando, de hecho, han bajado muchos puestos, aunque nosotros sigamos pensando que figuran en los primeros lugares. Análogamente, podemos creer que determinados valores no significan mucho para nosotros y, sin embargo, de un modo imperceptible, han ido adquiriendo una gran relevancia en nuestro modo de elegir y de actuar. Quien lleve cierto tiempo sin hacer frente a este problema se encontrará con algunas sorpresas grandes, y probablemente desagradables.
Las falsas prioridades nos apartan del amor y de la voluntad de Dios y son tanto más efectivas cuanto menos conscientes seamos de ellas. Levantan en nosotros ese mecanismo de defensa a través del cual la Palabra de Dios apenas puede penetrar. La esencia del pecado es que no nos dejamos amar por Dios, en otras palabras, y dado que Dios ES amor, no dejamos a Dios ser Dios. Normalmente esta negativa a dejar a Dios ser Dios, a dejarle ser amor, no se manifiesta de modo explícito, sino a través de nuestro estilo de vida, que, a su vez, está determinado por el orden de nuestras prioridades. Por consiguiente, la metánoia consiste en afrontar este orden y corregirlo. Es algo que, aunque puede parecer inocuo, afecta a los esquemas básicos de nuestro comportamiento, que nos pueden resultar gratificantes y podemos racionalizar en gran medida.

Fragmento del Cap. III de "Transparentar la Gloria de Dios", Piet van Bremen.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Es excelente!!! muy descriptivo y significativo para mí! ¿donde lo encontraste?

Anónimo dijo...

"Las falsas prioridades nos apartan del amor y de la voluntad de Dios y son tanto más efectivas cuanto menos conscientes seamos de ellas." ... excelente!!!!, entre otras cosas que dice el texto.

Anónimo dijo...

Convivir con la metanoia es recibir continuos cachetazos en el alma, esperando que algun dia llegue la paz...

metánoia dijo...

El alma es permanentemente cacheteada por las formas equivocadas de existencia: materialismo, sexualidad pervertida, falsa moral. En ese esquema ni siquiera puede existir una esperanza cierta de que la paz llegue algun dia. Perseguir la paz y el desarrollo del alma requiere esfuerzo, disciplina y, muchas veces derrumbar lo que esta mal construido.